Crisis del agua en China
Los gigantescos nuevos trasvases de agua no resolverán la escasez de agua de la sedienta China.
Para situarnos, hay que saber que el norte de China tiene sólo una quinta parte del agua dulce disponible en el país, a la vez que acoge las dos terceras partes de las tierras de cultivo del gigante asiático.
Pronto estará terminada la fase central de uno de los proyectos de ingeniería más espectaculares de China; con la apertura de las compuertas de un canal que se extiende 1.200 kilometros desde el río Yangtsé hasta la capital, Beijing.
El nuevo canal es sólo una parte del proyecto de trasvase de agua más grande del mundo. Más de 300.000 personas se han desplazado para dar paso al canal y la expansión de un depósito en el centro de China para alimentarlo.
Los líderes chinos ven en el llamado Proyecto Sur-Norte de trasvase de agua, (que ya ha costado decenas de miles de millones de dólares), como crucial para la solución de un problema que amenaza el desarrollo y la estabilidad del país. Las zonas de cultivo de cereales alrededor de Beijing tienen aproximadamente la misma cantidad de agua por persona que áridos países como Níger y Eritrea.
Además, la sobreexplotación ha causado la desaparición de miles de ríos.
La cantidad de agua disponible está disminuyendo rápidamente, así como el nivel de las capas freáticas con lo que los ríos se secan; para agravar las cosas, la poca agua que queda está a menudo demasiado contaminada incluso para uso industrial.
El Banco Mundial ha manifestado que la crisis del agua en China cuesta al país más de 2% del PIB, sobre todo debido a los daños a la salud. La llegada de este agua a la zona de Pekín supondrá un gran alivio para sus dirigentes. De hecho, tan desesperada es la falta de agua que algunos tienen en mente la drástica medida de abandonar la capital.
Sin embargo, el problema del agua de China se mantendrá sin resolver.
El canal supone la segunda etapa del proyecto de trasvase; la primera, que se inauguró el año pasado en el este de China, lleva el agua desde el sur a lo largo del trazado del antiguo Gran Canal, ( construido hace 1.400 años, hasta la llanura del norte. Tampoco resultará más que paliativos temporales ya que la demanda sigue creciendo y la contaminación sigue siendo generalizada.
La crisis del agua de China no puede ser abordada con vistosos megaproyectos.
Una política equivocada es tan culpable como un desequilibrio entre la oferta entre el sur rico en agua y el árido norte. Un nuevo enfoque de la gestión del agua, en lugar de más concreto, es necesario.
La solución es simple: China necesita fijar el precio del agua correctamente.
Según un informe del Banco Mundial en 2009, debido en parte a su ineficacia, la industria china utilizaba diez veces más de agua por unidad de producción que la media en los países industrializados
Recientemente, el precio ha subido un poco, pero incluso en lugares donde el agua es escasa es ridículamente barata, y como resultado se produce un colosal despilfarro.
Hay que señalar que Beijing está rodeada de campos de golf que consumen mucha agua solo para el disfrute de la élite.
Muchos hogares son apenas conscientes de que el agua tiene un valor.
Los planificadores no tienen en cuenta el costo del agua, lo que provoca que los gobiernos provinciales inviten a empresas de alto consumo de agua a invertir en zonas desérticas a la vez que los altos funcionarios designan regiones propensas a la sequía como enclaves de grandes nuevas ciudades.
Ante estas medidas poco lógicas, cabria pensar que elevar el precio del agua en lugares donde escasea desalentaría la inversión en dichas áreas.
La obsesión maoísta con la autosuficiencia alimentaria agrava el problema.
La llanura árida del norte, donde viven 200 millones de personas, produce cultivos como el trigo o el maíz que consumen mucha agua con lo que casi el 70% del agua que se consume en la zona tiene un uso agrícola. Quizá es hora de que China abandone el pensamiento autárquico imperante y opte por importar más alimentos.
El año pasado, el Partido Comunista se comprometió a dejar que las fuerzas del mercado jueguen un papel decisivo en la asignación de recursos como el agua, la tierra o la electricidad. Si así se hiciera con la gestión del agua, conseguiría muchos beneficios ya que por ejemplo el
desarrollo podría ser más ecológico. Además, China podría asignar tanto recursos monetarios como su notable dominio de la ingeniería a proyectos más productivos que el transvase de agua por todo el país con lo que además todo el mundo se ahorraría una gran cantidad de dinero.
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