22 feb 2015

El Candidato...

¿A quién votar?

La pregunta es simple pero adquiere tintes de desafío si el ciudadano está perdido. Si no vota por afiliación política, si no se siente atraído por un partido, una ideología o un programa electoral. Si nada de todo eso lo seduce y lo encamina a su cita con las urnas, ese votante necesita un buen candidato. No el aspirante perfecto, que es un ser imaginario, sino un perfil menos ambicioso pero realista, con virtudes y defectos, alguien en quien confiar, con un punto de autoridad, dinámico, dispuesto a comerse el mundo, pero también a cometer errores, admitirlos y pedir perdón. Y no sólo eso. Hay más. No se prepara un candidato en el ambiente estéril de un tubo de ensayo sino que hay que testarlo en el contexto social y político, sabiendo qué y a quiénes tendrá enfrente. El candidato ideal existe, pero la fórmula para obtenerlo es magistral, casi un traje a medida. Estas son algunas aportaciones al perfil del ganador.

Porte presidencial. Listo para el cargo

"El punto de partida es la presidencialidad del candidato, una combinación entre la proximidad con los ciudadanos, que implica entender sus problemas y hablar un lenguaje similar, y la distancia para representarlos, en el sentido de estar preparado para ejercer y ser digno del cargo", explica el politólogo y consultor en comunicación Pau Canaleta, en su doble faceta de formador de candidatos y de asesores. La presidencialidad es como el aura de gobernante. "Cuando los ciudadanos ven a esa persona como alguien cercano, que comprende sus sufrimientos pero está más preparado que ellos para representarlos, el candidato cristaliza a ojos del elector y ven en él al presidente", añade. Este momento se produce durante la campaña, o en la precampaña, advierte, "cuando los votantes tienen que resolver la incógnita de a quién votarán y están más pendientes de los candidatos, que están en la escena y hacen propuestas". 

Los imprescindibles. Siete atributos necesarios

Un segundo elemento, subraya Pau Canaleta, son los siete atributos necesarios para ser presidente o, en su caso, alcalde. "El candidato debe cumplirlos todos, no hace falta que sea el mejor en todos ellos, pero debe aprobar en la percepción de los ciudadanos y si no, habrá que trabajar el flanco débil". añade. 


-- El primero es la autoridad. Para gobernar hay que saber mandar y que la gente te respete, y a veces será necesario tomar una decisión que puede parecer injusta, pero que salvaguarde la autoridad. 

-- El segundo atributo es la trayectoria. "Puede ser política, profesional o académica, o incluso social, si por ejemplo has sido activista por la paz, pero no puedes caer como un paracaidista; debes llevar una trayectoria que te encamine a ser presidente, todo debe tener un sentido, ser coherente", detalla este experto. 

--El dinamismo es otro atributo. Debe visualizarse que podrá aguantar el trajín del mandato, trabajar mucho, dormir poco. Algunos candidatos sobreactúan e incluso se muestran haciendo deporte, para dejar claro que están en forma.

--También hay que estar preparado. Es el cuarto atributo. Implica conocer el país, los problemas del lugar donde te presentas como candidato. 


--Un quinto atributo, añade este experto, es la honradez, muy importante en el momento actual, por el contexto de casos de corrupción política, que ha llevado a muchos partidos a publicitar datos personales de sus cargos públicos como declaraciones de la renta o del patrimonio para demostrar que no se han enriquecido abusando de su posición política. 

--La proximidad, ser percibido como alguien que entiende el sufrimiento de los ciudadanos, es otro elemento clave, subraya Canaleta. 

--Y, por último, lo que los franceses llaman el espíritu de conquista, las ganas de ganar. "La gente quiere que tengas ganas de ser presidente, sentir que lo ansías y estás dispuesto a hacer sacrificios", detalla.

Para marcar la diferencia. En función del contexto

Junto a los siete atributos necesarios, hay otros que son personales, propios de cada candidato. Puede ser alguien hecho a sí mismo, o con una larga trayectoria social, un valor que le diferencia de sus adversarios. Y, por último, están los atributos de contexto, que dependen de la situación socio-política. "En épocas de bonanza está bien visto el conseguidor, que tiene buenas relaciones y es capaz de atraer inversiones, que hará que el país esté en una posición mejor; si hay crisis y escasez de recursos estará bien visto el atributo de buen gestor y, en cambio, en contextos de alta conflictividad social, por ejemplo en algunos países latinoamericanos, la dureza puede ser buena", asegura. Las encuestas, como siempre, marcan el camino. Después de una época de mucho ordeno y mando al frente de un gobierno, de hiperliderazgo, el ciudadano tiende a valorar más el talante, se busca un gobernante más matizado, más tolerante.

Puntos fuertes y débiles. Cuestión de oferta y demanda

Para construir al candidato ideal, el equipo trabaja puliendo los fallos durante la precampaña, siempre uno detrás del otro. Si hay puntos débiles, mejor admitirlos, apunta Pau Canaleta, pero con los atributos necesarios no hay opción, hay que aprobar en todos. Un candidato puede tener autoridad pero que la gente no lo perciba así y habrá que reforzar ese aspecto. Sin faltar a la verdad.

Pero cumplir todos los requisitos no implica ser el mejor candidato. Depende de la oferta electoral, es decir, del conjunto de candidatos que se presentan, y del momento. "En función de cómo sean los oponentes con posibilidades para ganar, se valora más un perfil que otro. Ahora la renovación es un plus, y si tú eres un candidato nuevo tienes esa ventaja, pero si el partido rival también presenta a alguien nuevo, tienes un problema. Quizás representas aquello que la gente busca, pero comparándote con los demás puedes salir perdiendo. Una mujer en un entorno de hombres tiene más opciones que si se presentan cuatro mujeres más", apunta.

Definir el escenario. Saber inclinar la balanza

De cara a unas elecciones, hay que definir el escenario, ver qué temas preocupan al ciudadano. Unos candidatos estarán mejor posicionados que otros en determinados aspectos, pero el equipo del candidato, sus asesores, deben saber inclinar la balanza en su favor, incluso cambiando las prioridades del electorado. "En un momento en que hay expectativas de cambio, el votante espera algo nuevo, y si nuestro candidato está en el cargo sólo hay dos opciones, permitir que gane otro o representar ese cambio. Si no queremos cambiar al candidato habrá que reinventarlo y conseguir que la gente que quería el cambio se sienta satisfecha con la renovación", explica Canaleta.

¿Cómo llegar al votante? Una resonancia magnética

Basta con mirar a una persona para captar decenas de señales emocionales. Si esto ocurre en el día a día, qué no será en una campaña electoral, cuando los candidatos sufren una sobreexposición. Nada como una campaña para sacar a la luz la verdadera personalidad de un candidato. En países como Estados Unidos, la campaña acaba durando meses, contando la precampaña, y aquí ocurre algo parecido. No hace falta que estén convocadas unas elecciones para que empiece la carrera entre candidatos. David Axelrod, que fue asesor político del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aseguraba que el crisol de la campaña pone al descubierto cualidades personales ocultas que no se pueden mostrar en un currículum, lo comparaba a "una resonancia magnética del alma".

El catedrático de Psicología de la Universitat de Barcelona Guillem Feixas apunta que para llegar al votante un candidato debe tener una imagen aceptable, parecer una persona honesta, para que la gente pueda depositar su confianza en él, y tener un discurso coherente, con un hilo narrativo claro, bien articulado. Sin embargo, Feixas alerta del riesgo de que un candidato se acabe convirtiendo en aquella persona que le aconsejan sus asesores. "Mejor que la distancia entre la identidad sentida y la imagen no sea grande, o será una estrella vacía", recomienda.


La Vanguardia

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