29 nov 2021

Jaque al envejecimiento cerebral

 




Jaque al envejecimiento cerebral

Jaque al envejecimiento cerebral

Manuel Álvarez Escudero, de cien años, este jueves, durante el Campeonato de España de Veteranos en Altea (Alicante) 

¡Hola! ¿Cómo están?

Acabo de entrevistar a un ajedrecista español de cien años, Manuel Álvarez Escudero, que disputa el Campeonato de España de Veteranos en Altea (Alicante). El resultado de esa conversación se publicará próximamente en EL PAÍS. Pero ya les adelanto que su agilidad mental es muy impresionante, y un argumento más -unido a otros muchos; incluidos varios estudios científicos- de que el ajedrez es un magnífico gimnasio mental.

Hace no menos de veinte años me di cuenta de que muchos ajedrecistas llegaban a viejos con una potencia mental impresionante. Si hablamos de jugadores de élite, el caso de Víktor Korchnói (1931-2016) es quizá el más asombroso, si se tiene en cuenta que el declive en la alta competición suele empezar a los 40 años: a punto de cumplir 80 (en enero de 2011), ganó al actual subcampeón del mundo, el estadounidense Fabiano Caruana, en el torneo de Gibraltar. El soviético Vasili Smyslov (1921-2010) llegó a los 62 años (1984) a la final del Torneo de Candidatos, que perdió contra Gari Kaspárov.

Pero hay otro caso mucho menos conocido y, para mí, más impresionante todavía. El del neerlandés Johan Van Hulst (1911-2018), quien jugó al ajedrez hasta poco antes de su muerte, a los 107 años. Cada mes de enero, cuando ya pasaba de los cien, lo subían en una silla de ruedas al escenario del acto de clausura del torneo de Wijk aan Zee (el Roland Garros del ajedrez, por su antigüedad y prestigio) para que pronunciase un discurso en el que mezclaba el ajedrez, la actualidad política y otros temas. Fue maestro y parlamentario, y salvo a más de 600 niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

“Lo primero que ataca el alzhéimer es la memoria y la concentración”, leí hace unos diez años en varios artículos y entrevistas. Y me dije: si esas dos funciones están entre las que más desarrolla el ajedrez, aquí hay materia para una investigación muy interesante. Además, ya empezaban a publicarse estudios que demostraban la proporción inversa entre actividad mental y riesgo de padecer demencias seniles (uno de los más contundentes, de Wilson y otros, se publicó en la revista Neurology el 28 de mayo de 2008).

Lo primero que encontré fue muy estimulante para seguir trabajando: el estudio que Verghese y otros realizaron con 469 personas mayores de 75 años en el Hospital Albert Einstein de Nueva York, publicado en el New England Journal of Medicine el 19 de junio de 2003. Sus autores no habían pensado previamente en el ajedrez de manera específica, pero al analizar los datos se encontraron con algo muy significativo: quienes más habían desarrollado su capacidad cognitiva durante el periodo experimental, y reducido hasta un 75% el riesgo de sufrir alzhéimer, eran las personas que habían jugado al ajedrez y al bridge, así como las que se habían dedicado a bailar con frecuencia (bailar exige una buena coordinación entre la mente y el resto del cuerpo). Por detrás, con peores resultados desde el punto de vista del deterioro cognitivo, estaban quienes se dedicaron a –por este orden- tocar un instrumento musical, hacer crucigramas, leer, pasear, nadar, cuidar niños, cuidar de la casa, escribir, practicar deportes de equipo, participar en discusiones de grupo, subir escaleras o andar en bicicleta.

Por si quedaba alguna duda, el Washington Post publicó ese mismo día un reportaje, basado en testimonios del citado doctor Verghese y otros especialistas, bajo el título: “Los juegos mentales pueden triunfar sobre el alzhéimer. Un estudio cita los efectos del bridge y el ajedrez”. Y Verghese era muy contundente: “No está lejos el día en el que nuestro doctor nos recomendará una partida de ajedrez y un crucigrama diario, además de hacer ejercicio físico y mantener una alimentación sana”.

En casi todas las conferencias (muchas) que he dado durante los últimos diez años, en algunos artículos de prensa y en mis programas en Radio Nacional y la Cadena SER (varios millones de oyentes entre ambos) lancé la misma pregunta al público: ¿Alguien de quienes me escuchan (o leen) conoce a alguien que, habiendo sido ajedrecista frecuente, haya muerto por alzhéimer u otra demencia senil similar? Sólo 16 personas contestaron afirmativamente. Sí, ya sé que mi encuesta no se hizo con rigor científico, pero la diferencia entre esos 16 de varios millones, por un lado, y el 7% de la población francesa, española o alemana mayor de 65 años, por el otro, es tan enorme que no puede ser una casualidad.

Y aún hay más: uno de esos 16 casos, publicado en Neurocase el 25 de febrero de 2005, es una prueba a favor del ajedrez, no en contra. Un ajedrecista británico aficionado mostró ligeras pérdidas de memoria durante dos años, y su problema fue diagnosticado entonces como “deterioro cognitivo leve”. Mantenía una vida normal, autosuficiente, aunque tenía dificultades para seguir el sentido de una conversación, repetía a veces las mismas ideas en poco tiempo y había perdido capacidad para calcular variantes cuando jugaba una partida. A los siete meses murió inesperadamente, en un accidente de coche, y el resultado de la autopsia fue asombroso: las abundantes placas de amiloide en su cerebro indicaban que, en realidad, padecía un alzhéimer en fase muy avanzada. La hipótesis es clara: el ajedrez tal vez no evite el álzhéimer, pero lo retrasa.

He contrastado todos los datos anteriores con más de 200 neurólogos. El prestigioso doctor José Félix Martí Massó, hoy ya jubilado, exjefe de Neurología del Hospital Donostia de San Sebastián (España), me invitó a una reunión con todo su equipo (unos 30 doctores, entre neurólogos, psicólogos, psiquiatras, epidemiólogos, etc.). Expuse todos mis argumentos con detalles científicos, y después me sometí a una dura ráfaga de preguntas. La conclusión fue muy positiva, como ahora explicaré, pero hubo una clara advertencia previa: “Demostrar científicamente, de modo irrefutable, que el ajedrez previene el alzhéimer sería muy caro y muy largo (harían falta, por ejemplo, 5.000 personas voluntarias durante cinco años), y además muy complicado desde el punto de vista metodológico. Sobre todo, por el llamado ‘sesgo de autoselección’; es decir, las personas con tendencia natural previa hacia los juegos mentales se apuntarían voluntarias para jugar al ajedrez, pero quien no disfrute con el ejercicio mental no lo haría, lo cual contaminaría el resultado”.

Sin embargo, Martí Massó me hizo ver algo muy positivo y mucho más importante: “Has acumulado indicios sólidos para afirmar que la práctica frecuente del ajedrez retrasa el envejecimiento cerebral. Eso tiene una enorme importancia, porque la esperanza de vida no deja de crecer en casi todos los países, y los gobiernos están ya invirtiendo enormes cantidades de dinero en el cuidado de las personas mayores que no se valen por sí mismas, que dependen de otras. Cuanto mejor sea la salud física y mental de nuestros mayores, menos dinero público habrá que invertir en ellos”. Posteriormente fui invitado a una conferencia en el congreso de neurólogos, con unos 200 profesionales, que se celebró en Cádiz en enero de 2012. Y los estudios científicos posteriores a los que he mencionado corroboran las mismas conclusiones.

Es decir, si prevenir es mejor y más barato que curar, aquí tenemos un poderoso argumento, adicional a los que ya teníamos desde hace un siglo, para introducir el ajedrez masivamente en todas las escuelas del mundo, además de promoverlo entre los ciudadanos de todas las edades. El propio Martí Massó propuso el mejor lema para esa campaña: “El ajedrez es el mejor gimnasio de la mente. Al igual que cuando vamos al gimnasio con frecuencia estamos fortaleciendo los músculos y previniendo muchas enfermedades, si acudimos con frecuencia al gimnasio mental estaremos fortaleciendo las sinapsis, las conexiones entre las neuronas, y podremos prevenir no sólo el alzhéimer, que es lo peor que podemos sufrir en ese ámbito, sino muchos otros problemas cerebrales”.

Alguien podrá aducir, y con razón, que el ajedrez no es la panacea universal ni la curación de todos los males; como ya hemos visto, hay otras actividades mentales que también son muy útiles para retrasar el envejecimiento cerebral. Eso es cierto, pero también lo es que el ajedrez cuenta con muchas ventajas. Para empezar, es un juego, cuyas reglas básicas se aprenden en pocas horas. Supongamos que el Gobierno español promueve el estudio del idioma japonés, cuya enorme dificultad lo hace probablemente muy adecuado para estimular la potencia cognitiva; es casi seguro que esa campaña será un fracaso porque pocos españoles querrán estudiar japonés; en cambio, una campaña para que millones de niños españoles jueguen al ajedrez tendría muchas más probabilidades de éxito.

Termino con otra experiencia personal que me parece muy significativa. Cuando comento torneos para los espectadores en sitios públicos (como la Final de Maestros del Grand Slam en Bilbao), suelo alternar los comentarios técnicos de las partidas con otros sobre cualquier aspecto relacionado con el ajedrez. Y con gran frecuencia veo que muchos de quienes me escuchan no entienden nada de ajedrez, pero están muy interesados en todo lo explicado en este artículo; entre otras razones, porque las personas mayores están asustadas ante el creciente número de casos de Alzheimer. Pero sobre todo porque nuestra esperanza de vida aumenta sin cesar, y cuidar la salud mental (más allá de las demencias) se ha convertido en una prioridad. Y si alguien tiene alguna duda, cuando lea lo que me ha dicho hoy Manuel Álvarez Escudero dejará de tenerla.












ELPAIS

El boletín de Leontxo García

JUEVES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2021


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres hacer cualquier comentario, hazlo aquí,
Cualquier aportación sera bienvenida...