Sería de ingenuos no
darse cuenta de la profundidad, del alcance
y de la velocidad con la que
acontecen los cambios que esta nueva era esta experimentando.
La economía global, el panorama geopolítico,
el medio ambiente, la tecnología, etc.
están sujetos a constantes cambios que refuerzan y tejen entre sí en una red de
interacciones cada vez más complejas.
En un entorno tan
impredecible e interconectado, el liderazgo efectivo debe basarse en una
perspectiva radical, en un conjunto de habilidades que necesariamente abarcan múltiples
facetas, y sobre todo, en una comprensión de la tecnología y el talento.
Las tendencias que están dando forma al mundo
del siglo XXI incorporan tanto oportunidades como amenazas.
Pongamos por ejemplo
a la ya mencionada globalización.
Este fenómeno ha
sacado a cientos de millones de personas de la pobreza, al tiempo que
contribuye a la fragmentación social y a un aumento masivo de la desigualdad,
por no hablar de los gravísimos y quizá irreparables daños medioambientales que conlleva.
Del mismo modo que
los grandes datos (big data) ofrecen beneficios incalculables para las empresas
y los consumidores, plantean una
verdadera amenaza para la privacidad y la libertad personal.
Una dualidad similar
se aplica a muchas otras cuestiones fundamentales; la adaptación al cambio
climático, los esfuerzos para mejorar la gestión de recursos, la urbanización y
el crecimiento de las megaciudades, el aumento de la movilidad laboral o la
expansión del capital humano.
La escala y la complejidad de los retos que
tenemos por delante son, sin duda desalentadores, pero a la vez, también
presentan grandes oportunidades.
Para sacar el máximo provecho de ellos, el
mundo necesita de líderes tecnológicamente alfabetizados a los que llamaremos
lideres efectivos, que además tengan una comprensión intuitiva de cómo dar
forma a los avances en este nuevo entorno que si se tuviera que calificar con
un solo adjetivo habría que utilizar el
de impredecible.
En el marco del
liderazgo, el crecimiento económico y la innovación tecnológica son los dos
factores más importantes que determinan el paisaje global. Habrá que ver cómo
nos adaptamos a sus trayectorias y como determinarán nuestro futuro colectivo.
En términos
económicos, el mundo está entrando en una era de disminución de expectativas.
Si, como se predijo,
el crecimiento medio anual del PIB asciende a un 3%, en el futuro previsible,
tardará 25 años para que la economía mundial duplique en tamaño. Diez años más
que los que tardó antes de la crisis económica mundial, cuando el crecimiento
promedio del PIB se situó en 5%.
De aquí habría que
extraer dos conclusiones:
Primero que el
crecimiento será más lento; y segundo que habrá que re-aprender a vivir con
este nuevo ritmo.
Otra nueva dicotomía
surge al nombrar al crecimiento.
Aun cuando el
crecimiento económico se ralentice, el cambio tecnológico continuará a un ritmo
vertiginoso, generando preguntas aparentemente sin respuesta sobre su posible
impacto en la economía global.
A la vez que el
progreso tecnológico dejará muchos desempleados, otros encontrarán nuevos trabajos que todavía no
existen.
Que vamos a hacer
para adaptarnos a este nuevo mundo y como lo van a solventar nuestros lideres son
las dos cuestiones mas me interesa responder.
Para mi, hay dos factores íntimamente ligados
que son cruciales: el talento y la innovación.
El talento ya es
ahora el factor clave de la competitividad (o de la falta de la misma) tanto de las empresas
(visión micro), como de los países (visión macro).
De hecho, el talentismo
será el credo dominante en la arena económica, con el capital humano e intelectual convertidos en el activo más importante a la vez que el
más difícil, no solo de adquirir y
retener, sino de identificar.
El talento es el
motor de la innovación que va a determinar el éxito.
En el futuro, la
distinción entre agentes (países, empresas, personas) de altos o bajos
ingresos, o entre los mercados emergentes y maduros, ya no importará.
La cuestión será si se
es o no una economía que puede innovar.
Necesario será también
reconocer el papel fundamental de la cooperación, del pensamiento estratégico,
y de la adaptación.
Los mayores retos en
la actualidad son de naturaleza global, y por lo tanto sólo se pueden abordar
mediante la participación de los responsables políticos y los grupos de interés
de diversas esferas.
Nuevas asociaciones
deberán forjarse, incluso entre actores con intereses aparentemente dispares. Teniendo
en cuenta que los que luchan para hacer frente al cambio deben ser apoyados, y no
despreciados como por desgracia ahora les sucede.
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