18 jul 2014

Liderazgo efectivo.

Sería de ingenuos no darse cuenta de la profundidad, del alcance  y de  la velocidad con la que acontecen los cambios que esta nueva era esta experimentando.

 La economía global, el panorama geopolítico, el medio ambiente,  la tecnología, etc. están sujetos a constantes cambios que refuerzan y tejen entre sí en una red de interacciones cada vez más complejas.




En un entorno tan impredecible e interconectado, el liderazgo efectivo debe basarse en una perspectiva radical, en un conjunto de habilidades que necesariamente abarcan múltiples facetas, y sobre todo, en una comprensión de la tecnología y el talento.

Las tendencias que están dando forma al mundo del siglo XXI incorporan tanto oportunidades como amenazas.

Pongamos por ejemplo a la ya mencionada globalización.
Este fenómeno ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza, al tiempo que contribuye a la fragmentación social y a un aumento masivo de la desigualdad, por no hablar de los gravísimos y quizá irreparables  daños medioambientales que conlleva.

Del mismo modo que los grandes datos (big data) ofrecen beneficios incalculables para las empresas y los consumidores,  plantean una verdadera amenaza para la privacidad y la libertad personal.

Una dualidad similar se aplica a muchas otras cuestiones fundamentales; la adaptación al cambio climático, los esfuerzos para mejorar la gestión de recursos, la urbanización y el crecimiento de las megaciudades, el aumento de la movilidad laboral o la expansión del capital humano.

La escala y la complejidad de los retos que tenemos por delante son, sin duda desalentadores, pero a la vez, también presentan grandes oportunidades.

 Para sacar el máximo provecho de ellos, el mundo necesita de líderes tecnológicamente alfabetizados a los que llamaremos lideres efectivos, que además tengan una comprensión intuitiva de cómo dar forma a los avances en este nuevo entorno que si se tuviera que calificar con un solo adjetivo habría que  utilizar el de impredecible.

En el marco del liderazgo, el crecimiento económico y la innovación tecnológica son los dos factores más importantes que determinan el paisaje global. Habrá que ver cómo nos adaptamos a sus trayectorias y como determinarán nuestro futuro colectivo.

En términos económicos, el mundo está entrando en una era de disminución de expectativas.
Si, como se predijo, el crecimiento medio anual del PIB asciende a un 3%, en el futuro previsible, tardará 25 años para que la economía mundial duplique en tamaño. Diez años más que los que tardó antes de la crisis económica mundial, cuando el crecimiento promedio del PIB se situó en 5%.

De aquí habría que extraer dos conclusiones:
Primero que el crecimiento será más lento; y segundo que habrá que re-aprender a vivir con este nuevo ritmo.

Otra nueva dicotomía surge al nombrar al crecimiento.

Aun cuando el crecimiento económico se ralentice, el cambio tecnológico continuará a un ritmo vertiginoso, generando preguntas aparentemente sin respuesta sobre su posible impacto en la economía global.
A la vez que el progreso tecnológico dejará muchos desempleados, otros  encontrarán nuevos trabajos que todavía no existen.

Que vamos a hacer para adaptarnos a este nuevo mundo y como lo van a solventar nuestros lideres son las dos cuestiones mas me interesa responder.

Para mi, hay dos factores íntimamente ligados que son cruciales: el talento y la innovación.
El talento ya es ahora el factor clave de la competitividad (o de  la falta de la misma) tanto de las empresas (visión micro), como de los países (visión macro).
De hecho, el talentismo será el credo dominante en la arena económica, con el capital humano e intelectual convertidos  en el activo más importante a la vez que el más difícil,  no solo de adquirir y retener, sino de identificar.

El talento es el motor de la innovación que va a determinar el éxito.
En el futuro, la distinción entre agentes (países, empresas, personas) de altos o bajos ingresos, o entre los mercados emergentes y maduros, ya no importará.
La cuestión será si se es o no una economía que puede innovar.

Necesario será también reconocer el papel fundamental de la cooperación, del pensamiento estratégico, y de  la adaptación.
Los mayores retos en la actualidad son de naturaleza global, y por lo tanto sólo se pueden abordar mediante la participación de los responsables políticos y los grupos de interés de diversas esferas.

Nuevas asociaciones deberán forjarse, incluso entre actores con intereses aparentemente dispares. Teniendo en cuenta que los que luchan para hacer frente al cambio deben ser apoyados, y no despreciados como por desgracia ahora les sucede.


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