Según datos del organismo de referencia en la materia, veremos como durante el 2015 se produce un crecimiento de la demanda del petróleo mucho más débil de lo previsto anteriormente; ante este escenario, ya podemos deducir sin temor alguno a equivocarnos lo que va a pasar: los precios del crudo van a seguir cayendo.
La guerra de precios que se abre con el crudo tiene toda la pinta de ser un verdadero estímulo de orden mundial que cuanto menos, no deberíamos ignorar.
Pongámonos en situación; hay que recordar que el Brent ha caído cerca de un 25% en menos de medio año, cuando la inestabilidad de Irak elevó el precio a cerca de 116 dólares el barril.
Mientras el primer y el segundo consumidor mundial de crudo (EEUU y China) van a ver aumentada en muy pequeña proporción su demanda de oro negro, Arabia
Saudí y Kuwait bajan el precio a sus clientes; Irán, a su vez, anuncia que la OPEP podría mantener precios de mínimos durante varios años todo ello cuando parece improbable
esperar una reducción de producción de la OPEP.
¿Será casualidad? No.
Si
juntamos el enfriamiento de la economía China junto a una demanda de crudo global que
sigue creciendo menos que la oferta, con EEUU a la
cabeza, y a esto le añadimos las amenazas a la cuota de mercado de los grandes
productores, ya tenemos los indicadores que nos hacen pensar que una nueva guerra está servida.
En este contexto, es lógico que
Sería un error pensar que es sólo una guerra
contra EEUU y el fracking, o que busca desestabilizar la economía de Rusia, que necesita un precio mucho mas alto para mantener sus enormes presupuestos de modernización militar.
Es una batalla contra las renovables, que vuelven a quedarse como generadoras de energía más cara que el petróleo.
Es una guerra contra los vehículos eléctricos ya que con una gasolina de bajo precio ya no tiene rentabilidad económica un vehículo eléctrico.
Pero esto no es nuevo, basta con acordarse de lo que ya paso en 2010 cuando el gas barato casi acabó con las operadores de renovables más ineficientes y endeudadas.
Es una batalla contra las renovables, que vuelven a quedarse como generadoras de energía más cara que el petróleo.
Es una guerra contra los vehículos eléctricos ya que con una gasolina de bajo precio ya no tiene rentabilidad económica un vehículo eléctrico.
Pero esto no es nuevo, basta con acordarse de lo que ya paso en 2010 cuando el gas barato casi acabó con las operadores de renovables más ineficientes y endeudadas.
Los
nuevos productores de petróleo gracias al fracking en EEUU se encuentran ahora
con el mismo escenario de competencia, por lo que no tienen mas remedio que reducir costes y ser más
eficientes al igual que tendrán que hacer las renovables que han vivido acostumbradas a precios altos del petroleo para demostrar su "necesidad".
Es
posible que como parece, la guerra de precios pueda enzarzarse hasta precios
que hoy nos parecerían inasumibles…
Y,
tal y como ocurrió en 2008, cuando el petróleo cayó a casi 30 dólars el barril,
lo que es probable que veamos es que muy pocos dejan de producir.
Con un mercado con un exceso de
suministro casi estructural gracias a la revolución del fracking, de esta guerra se esperan muchas mejoras de
eficiencia.
Pero realmente, ¿quién
se beneficia de la caída del precio del petróleo?
Habrá
que analizar las oportunidades que genera un nuevo orden mundial en el que los
productores, las nuevas tecnologías y la revolución energética se baten por una
cuota de mercado donde ya no vale el “todo sube” y el cuento del “se acaba, se
acaba” como excusa.
La batalla está
servida. Como en
otras ocasiones, el arma es la eficiencia. Los operadores de menor
coste y mayor capacidad de aguante, ganarán. Y con ellos, los consumidores, por
fin. Si los impuestos lo permiten.
AIE - Lacalle.
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