A
día de hoy, aún hay mucha gente que
cuando acude a una entrevista de trabajo sale bombardeada por una batería
de preguntas que solo buscan validar datos
racionales o expedientes académicos, es decir, se centran en el absurdo de
buscar el "qué he hecho" y
no en lo que yo considero más interesante, "cómo
lo he hecho".
De
aquí me surge la duda de pensar que aún estamos anclados en el pasado, en ese
pasado que básicamente valoraba a las personas por su capacidad de pensar.
Es
cierto que parece que hay un amplio consenso en cuanto a la idea de que estamos
viviendo en una "era de la complejidad", lo que me lleva a pensar que
el mundo nunca ha sido más complicado.
Esta
idea se basa en la rapidez de los cambios tecnológicos, y la gran cantidad de
información que estamos generando (los dos están relacionados).
En
cualquier caso, la complejidad relativa de diferentes épocas es de poca importancia
para las personas que simplemente estamos
luchando para sobrevivir a la vida
cotidiana.
Así
que tal vez habría que cuestionarse cual
es la pregunta correcta; igual habría que cambiar de "¿Es esta era más compleja?" a
"¿Por qué algunas personas están mas preparadas para manejar la complejidad?"
Aunque la complejidad
depende del contexto, también está determinada por la disposición de las
personas.
En particular, hay tres cualidades psicológicas clave que mejoran nuestra
capacidad para gestionar la complejidad:
a) Coeficiente intelectual;
Como
mucha gente sabe, el coeficiente intelectual es sinónimo de cociente
intelectual y se refiere a la capacidad mental. Lo que menos personas saben, o
les gusta aceptar, es que el coeficiente intelectual no afecta a una amplia
gama de resultados del mundo real, tales como el desempeño laboral o el éxito profesional.
La razón principal es que los niveles más altos de coeficiente intelectual
"solo" capacitan a las
personas a que puedan aprender y resolver problemas nuevos o complejos de una
forma mucho más rápida.
En
términos nominales, las pruebas que determinan el coeficiente intelectual parecen bastante
abstractas, matemáticas, y desconectadas de los problemas de la vida cotidiana,
sin embargo, son una poderosa
herramienta para predecir nuestra capacidad para gestionar la complejidad.
De hecho, el coeficiente intelectual actúa con mayor solidez como indicador de rendimiento para tareas
complejas que para las simples.
Los
entornos complejos son más ricos en información, lo que crea más carga cognitiva
y exige más capacidad intelectual o pensamiento deliberado de nuestra parte; por
lo que frente a estos desafíos no podemos navegar en modo "piloto
automático".
Podríamos decir que el coeficiente intelectual
es una medida de la capacidad intelectual, de la mismo forma que los megabytes
o la velocidad de procesamiento son una medida de las operaciones que un
ordenador puede realizar. Como era de esperar, hay una correlación significativa entre el coeficiente intelectual y la
memoria de trabajo, es decir, nuestra capacidad mental para manejar múltiples
piezas de información temporal a la vez.
Para
ver con un ejemplo claro esto que acabo de decir, tan fácil como tratar de
memorizar un número de teléfono que se le pide a alguien por el camino a la vez
que necesita recordar su lista de la
compra; esto simple ejercicio nos dará una buena idea del coeficiente
intelectual.
Hay
investigaciones en este campo que por desgracia muestran que el trabajo de entrenamiento de memoria no aumenta
nuestra capacidad a largo plazo para hacer frente a la complejidad, aunque
algunas evidencias sugieren que retrasa
el deterioro mental en las personas mayores, de acuerdo con la teoría del "usarlo o perderlo".
b) Cociente emocional;
El cociente emocional afecta a nuestra capacidad de percibir,
controlar y expresar emociones. Este cociente se refiere a la gestión de la
complejidad de tres maneras principales:
--En
primer lugar, los individuos con mayor
cociente emocional son menos susceptibles al estrés y la ansiedad. Como las
situaciones complejas son ingeniosas y exigentes, es probable que induzcan a
mayores niveles de presión y de estrés, por eso un cociente emocional alto
actúa como amortiguador.
--En
segundo lugar, el cociente emocional es un ingrediente clave de las habilidades
interpersonales, lo que significa que las personas con mayor cociente están
mejor equipadas para navegar por sistemas organizativos complejos, lo que a
buen seguro les dará ventaja para poder avanzar en sus carreras. De hecho, en
el mundo hiperconectado de hoy, lo que
la mayoría de los empleadores buscan no es la experiencia técnica, sino habilidades
emocionales o destrezas sociales, especialmente
cuando se trata de funciones de gestión y liderazgo.
--En
tercer lugar, las personas con mayor coeficiente emocional tienden a ser más
emprendedoras, por lo que son más proactivos en campos como la explotación de
oportunidades, la toma de riesgos, o para convertir las ideas creativas en innovaciones
reales. Todo esto hace del coeficiente emocional una cualidad importante para
adaptarse a entornos inciertos, imprevisibles, y complejos.
c) Coeficiente de curiosidad;
El
coeficiente de curiosidad representa el cociente y las preocupaciones que tienen una mente
hambrienta curiosidad. Las personas con
mayor cociente de curiosidad son más
curiosas y abiertas a nuevas experiencias. Encuentran la novedad
emocionante ala vez que se
aburren rápidamente con la rutina. Dadas estas cualidades tienden a generar
muchas ideas originales y son inconformistas.
Por
desgracia o desconocimiento, este cociente no se ha estudiado con tanta
profundidad como el emocional o el intelectual, pero hay algunas pruebas que
sugieren que es igual de importante a la hora de gestionar la complejidad de
dos maneras principales:
--En
primer lugar, los individuos con mayor cociente de curiosidad son generalmente
más tolerantes con la ambigüedad. Este
sofisticado estilo de pensamiento define la esencia misma de la complejidad.
--En
segundo lugar, el cociente de curiosidad
lleva aparejado mayores niveles de
inversión intelectual y de adquisición de conocimientos a través del tiempo,
especialmente en ámbitos formales de la educación, tales como la ciencia o el
arte.
El
conocimiento y la experiencia, al igual que la experiencia, traducen
situaciones complejas en otras más conocidas, por lo que el cociente de curiosidad es la última herramienta para producir
soluciones simples para problemas complejos.
Aunque
el cociente intelectual es difícil de entrenar, los cocientes emocionales y el
de la curiosidad si que parece que se pueden desarrollar; tal y como parece ser que dijo Albert
Einstein en aquella memorable frase que decía: " No tengo talentos
especiales, pero sí soy es profundamente curioso".
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