Lo más impresionante
de los resultados de las últimas elecciones en España están siendo, sin duda,
las reacciones posteriores a la publicación de los resultados.
El análisis es similar al que hice tras las pasadas elecciones europeas de 2014:
toda una manera de hacer política pierde fuerza, a manos de una serie de
opciones más modernas que plantean modelos radicalmente diferentes.
Tan solo un tercio de los ciudadanos siguen dando su
confianza a un estilo de hacer política en el que otorgan su confianza a ciegas
a alguien que puede pasarse cuatro años haciendo y deshaciendo a su antojo y
sin escucharles para nada.
Y que además, va y se
atreve a llamarlo “gobernar”. En su mentalidad, gobernar sería mucho más
sencillo si eliminásemos a todos esos molestos ciudadanos que no paran
de parlotear en esas malditas redes sociales…oh, wait!
Algo que se puede
percibir, sobre todo, en una comunicación política muchísimo más
activa y bidireccional, con elementos de construcción de reputación mucho más
inteligentes y bien dimensionados.
Mientras la “vieja política” trata al ciudadano como si fuera
idiota y lo ignora completamente tanto en sus procesos internos (confección de
listas con total ausencia de democracia interna, etc.) como en los externos
(procesos legislativos en los que la voluntad popular carece completamente de
influencia alguna), la nueva política parece
escuchar activamente en tiempo real y plantear debates de los que es capaz
de derivar aprendizaje organizacional.
¿Qué ha ocurrido?
Sencillamente, que los partidos tradicionales retroceden, y que el sistema
da entrada a nuevas formas de hacer política, independientemente de su signo
(el propio signo pierde fuerza, y algunas de esas marcas ya no se asocian tan
claramente con una ideología que podamos reducir a un color y sí a un elemento
metodológico, a una manera de hacer las cosas). En ese contexto, un fragmento
del informativo de esta mañana en TVE 24 Horas me he encontrado una clave muy
clara de la dimensión de la catástrofe y de la total ausencia de sensibilidad
de sus protagonistas:
¿Qué nos
encontramos en estas declaraciones?
1. Culto al líder: el líder por encima
de todo, “si él lo cree”, “no solo es el mejor, sino el único”, “nadie lo
cuestionó en público”, “el mejor candidato ya no del PP sino de toda España”,
“el gran líder que nos sacó del precipicio”… una épica mucho más digna de un
congreso del partido comunista chino o búlgaro que de un partido moderno.
2. Vocación cosmética: el problema no es,
en su análisis, algo de fondo, sino simplemente de formas, puramente cosmético.
“Gestionamos bien pero no emocionamos”, o “vamos a cambiar estilos, formas y
estrategias”… No, mira, no se trata de cambiar las apariencias: se trata de que
los ciudadanos cuya voluntad habéis ignorado durante cuatro años están ahora
llamando a la puerta y pidiendo venganza.
Cuatro años haciendo política completamente de
espaldas al ciudadano no son una cuestión que se pueda cambiar simplemente con
“nuevos estilos, formas y estrategias”… no es eso. Es una forma de
hacer las cosas que lleva, lógicamente, a que un porcentaje muy elevado de los
ciudadanos que aún no se han desencantado completamente quieran sencillamente
echaros a patadas del poder.
Incluso hasta el punto de estar dispuestos, para ello, a dar paso a opciones con un elevado componente de incógnita. Es lo que tiene no respetar a los ciudadanos, que terminan por querer pagarte con la misma moneda. Es una cuestión de elemental respeto, o mejor, de falta del mismo: si creías que ibas a poder aprobar las leyes que te diese la gana y que después los ciudadanos se olvidarían de tantas afrentas a la hora de votar, es que sencillamente eres tonto.
Incluso hasta el punto de estar dispuestos, para ello, a dar paso a opciones con un elevado componente de incógnita. Es lo que tiene no respetar a los ciudadanos, que terminan por querer pagarte con la misma moneda. Es una cuestión de elemental respeto, o mejor, de falta del mismo: si creías que ibas a poder aprobar las leyes que te diese la gana y que después los ciudadanos se olvidarían de tantas afrentas a la hora de votar, es que sencillamente eres tonto.
3. Cambio en la ecuación
de poder: las viejas alternativas son el “mas de lo mismo”, las nuevas representan
“oportunidad”. Quien evite que en una circunscripción determinada llegue al
gobierno una opción de la nueva política, recibirá las renovadas iras de un
importante porcentaje de electores, incluso aunque aritméticamente pudiera
tener sentido plantearlo como alternativa. Literalmente, “los de siempre”
contra “los nuevos”, y quien se mueva, no sale en la foto. Si asociamos a eso el espantoso panorama de corrupción a todos los niveles que se vincula a
esa etapa política, no resulta difícil entender que un porcentaje tan elevado
de ciudadanos quieran, sencillamente, darle carpetazo. Cambiar de políticos
como quien cambia de pañales, y por las mismas razones.
Decididamente, alguien
no se está enterando de nada. Ni en términos
de análisis, ni en términos de comunicación, ni en términos estratégicos. El planteamiento de
alguna de las formaciones políticas emergentes ha sido exactamente el que se
planteaba hace algunos años, en las reflexiones previas al 15M: ante una ley
electoral absurda pero en la que las formaciones tradicionales han logrado
enrocarse, lo único que se puede diseñar es un auténtico hackeo del
sistema político, que permita maximizar el número de representantes en cada
estamento. La cuidadosa elección de las circunscripciones y el planteamiento de demandas de cara a
posibles pactos que incluye muchas de las condiciones de cambio
metodológico (cambio en la ley electoral, eliminación aforamientos, exclusión
de imputados, limitación de mandatos, open data, elecciones primarias,
contratación electrónica, etc.) refleja un nivel de
preparación y de profesionalidad que ha dejado a los políticos de toda la vida
completamente en fuera de juego.
Estas elecciones
reflejan el inicio de la glaciación en la que perecen todos los dinosaurios, y
no lo digo por edad, sino por actitud. Simplemente, no se enteran de nada,
porque la nueva manera de hacer política no está en su ADN, no son capaces de
entenderla. Viendo estos resultados y, sobre todo, las reacciones posteriores,
es fácil entender que en las próximas elecciones, las generales, las cosas se
pondrán todavía mejor. O para algunos, mucho peor.
Lo dijimos en su
momento: algunos mensajes tardan en calar… pero terminan calando. Tras los
ensayos, viene lo bueno. En unos meses, la siguiente edición.
E. Dans