7 may 2017

Emmanuel Macron huitième président de la Ve République


Con un resultado histórico en muchos aspectos el ex ministro de economía socialista de 39 años Emmanuel Macron, se va a convertir en el octavo presidente de Francia.

Empezó su propio movimiento político, En Marche! (¡En movimiento!), hace sólo 13 meses rompiendo así con una vieja tradición y es que desde que la Quinta República fue establecida por Charles de Gaulle en 1958, ningún candidato independiente sin experiencia electoral se había ni siquiera acercado a la presidencia francesa.




El Sr. Macron ha demostrado tener una excepcional dosis de confianza en si mismo además de poseer la escasa habilidad de saber leer el tiempo, el momento y el equilibrio de las fuerza políticas concurrentes.

Además ha sido capaz de saber aprovechar un sentimiento generalizado de desilusión, y por si todo lo anterior fuera poco ha tenido un buena dosis de suerte;

- Por un lado derrotar a un partido como el FN en la segunda vuelta es sin duda más fácil que derrotar a uno de los clásicos.

- Por otro lado, se ha encontrado con que después de cinco años bajo un presidente socialista, François Hollande,

(considerado por muchos como el peor presidente que ha tenido la Francia actual) , los "inocentes" republicanos del centro-derecha pensaron que las elecciones de este año les pertenecían. Para entender la visión de los republicanos conviene saber que en casi todas las elecciones nacionales de la última década, en todos los niveles de gobierno, los franceses han votado en contra del partido en el poder.

Pero cometieron la torpeza de presentar un candidato, François Fillon, que fue salpicado por un escándalo que el pueblo juzgó imperdonable.

Emmanuel Macron era estudiante de la muy elitista École nationale d'administration, cuando en 202 el padre de Le Pen, Jean-Marie Le Pen, ya llevó a la extrema derecha del Frente Nacional (FN) a la segunda vuelta (perdió ante el gaullista Jacques Chirac).

Quizá marcado por este hecho, Macron empieza a pensar sobre el fracaso de la política partidaria hasta ese momento asentándose en él la firme convicción de que los políticos de éxito tienen que proponer algo positivo, persuasivo y atractivo: una sociedad abierta, tolerante y pro-europea, en la que las fronteras no pueden estar cerradas (ni siquiera las lingüísticas como tristemente les da por hacer a algunos iluminados aquí en España), un crecimiento basado en el fomento de la iniciativa y la empresa privada en lugar de ponerle trabas, aplastarla o sobre protegerla, además de saber crear vías de salida para los que sufren la pobreza o para las víctimas de la globalización.




El reto que tiene por delante no es fácil, pues debe ante todo reavivar la confianza y volver a poner a Francia en el lugar que ocupa como potencia europea. El riesgo es inmenso pues sabe que si fracasa, en la próxima cita con las urnas será más difícil que nunca mantener el populismo a raya, y el FN fuera del poder.

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