La
profesora romana concibió el programa de intercambio de estudiantes tras
visitar España en la década de los 50 y a pesar de que el proyecto no fue visto
con buenos ojos en su país
A sus 84 años, acaba de recibir la Gran Cruz de
la Orden Civil de Alfonso X El Sabio
La primera vez que Sofia Corradi viajó fuera de Italia
visitó España. Tenía 15 años.
Su padre, un ingeniero geólogo que trabajaba para
Ferrovie dello Stato [la Renfe italiana], había recibido una invitación de sus
colegas españoles. Estuvieron en Madrid, San Sebastián y Valladolid. Allí
descubrieron casualmente la que había sido la última residencia de
Cristóbal Colón.
Sólo una vieja placa recordaba a tan ilustre inquilino. «Me pareció tan
increíble que nadie se ocupara de aquel lugar, que escribí una carta al
periódico local de Génova. Fue el primer artículo que me publicaron en mi vida.
Lo guardo con orgullo».
Corradi (Roma, 1934) recuerda
con un entusiasmo contagioso sus primeros viajes y el gusanillo que le producía
conocer un idioma nuevo o visitar un lugar por primera vez. Una experiencia
que, gracias a su insistencia, casi cinco millones de estudiantes europeos han
podido vivir. Corradi es
la impulsora del programa de intercambio universitario europeo por excelencia, la mamma del Erasmus. Acaba de recibir en su ciudad
la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio de manos del ministro de
Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo. Un reconocimiento que se
une al Premio Europeo Carlos V que el año pasado le entregó el rey Felipe VI y
el entonces presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
«Durante casi 20 años me decían
que estaba loca y que no lo conseguiría nunca. Estos reconocimientos son una
gran satisfacción»,
confiesa quien hasta 2004 fue profesora de Educación Permanente en la
Universidad Roma Tre. Otra universidad, la de Salamanca, acaba de publicar en
español su libro Erasmus y Erasmus Plus. La movilidad de los estudiantes
universitarios, donde explica los beneficios del programa. Su idea, es decir
que los estudiantes de un país pudieran formarse en la universidad de otro país
con el reconocimiento de la universidad de origen, nació de una tremenda
decepción. «No
fue sólo que me rechazaran, ¡es que lo hicieron insultándome!», rememora aún indignada.
Corradi fue una buena
estudiante, hasta que con ocho años tuvo que abandonar la escuela. La II Guerra
Mundial había estallado y las grandes ciudades italianas eran bombardeadas. La
familia se separó. Su padre se quedó en Roma y ella huyó junto a su madre y su
hermana a un pequeño pueblo cerca de Turín. "No tuve infancia. Trabajaba
en el campo y ayudaba a mi familia a esconder la poca comida que teníamos. Era
cruel porque los niños tienen que estudiar, no trabajar". Poco después, su
padre fue despedido por negarse a colaborar con los fascistas y se reunió con
ellas. Sólo cuando el conflicto terminó, ella pudo regresar al colegio.
En 1958, Corradi se presentó,
orgullosa, con su diploma en la mano, en la Universidad de La Sapienza de Roma.
Acababa de terminar un máster en la Universidad Columbia de Nueva York gracias
a la prestigiosa Beca Fullbright. Le faltaban tres exámenes para licenciarse en
Derecho y pidió que le reconocieran los estudios cursados en EEUU. "¿Columbia University? No
lo he oído en mi vida. Váyase a casa a estudiar", recuerda que le espetó
el funcionario de turno. "Creyeron que yo quería robar la licenciatura
examinándome en una universidad desconocida para evitar hacer tres exámenes.
Fue algo tremendo pero no me resigné", relata.
Se licenció y enseguida
encontró trabajo. «Me di cuenta de que haber estudiado fuera estaba muy
valorado por las empresas. Y que, además, ese año en el extranjero me
había cambiado. Era una persona mucho más abierta, así que creí que era
necesario que esa experiencia la pudiera tener más gente. Mi objetivo era
democratizar los estudios universitarios».
Tuvo que pelear con la
desconfianza de muchos, la ignorancia de otros pocos y la infinita burocracia
italiana. «Algunos compañeros
me decían: '¿Acaso nuestros profesores no son lo suficientemente buenos?'». Gracias a su colaboración
con la asociación de rectores italianos, Corradi pudo presentar su memorándum
en 1969. La Comisión Europea lanzó en 1987 el primer programa Erasmus, que en
2014 se extendió a todo el mundo y pasó a denominarse Erasmus Plus. «¿Sabe que en Europa hay un
millón de hijos de matrimonios Erasmus? El programa ha hecho más por la idea de
Europa que muchas leyes», cuenta.
Con el Reino Unido atascado en
el Brexit y la posibilidad de que los antieuropeístas
consigan un buen resultado en las elecciones italianas del 4 de marzo, ¿qué
futuro le espera a Europa y al Erasmus? «Estoy segura de que los británicos se
arrepentirán amargamente. Europa no es el problema, es la solución».
El mundo 22-2-2018