29 dic 2015

Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey


Buenas noches,
En esta nochebuena, quiero especialmente desearos junto a la Reina y nuestras hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, unas muy felices fiestas y todo lo mejor para el año nuevo.
Desearía también que la voluntad de entendimiento y el espíritu fraternal, tan propios de estos días, estén siempre muy presentes entre nosotros, en nuestra convivencia.
Esta noche me dirijo a vosotros desde el Palacio Real, donde la Corona celebra actos de Estado en los que queremos expresar, con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España.
Este Palacio es de todos los españoles y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a todos los ciudadanos que desean conocer y comprender mejor nuestro pasado. En sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de nuestra historia común.
Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo.
Creo sinceramente que hoy vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une. Es necesario poner en valor lo que hemos construido juntos a lo largo de los años con muchos y grandes sacrificios, también con generosidad y enorme entrega. Es necesario ensalzar todo lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles. En mi discurso de proclamación manifesté que en la España constitucional caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español; de ser y de sentirse parte de una misma comunidad política y social, de una misma realidad histórica, actual y de futuro, como la que representa nuestra nación.
Una gran nación definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las artes y por una literatura universal; enriquecida por nuestra lengua común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra identidad.
Un país que a lo largo de los siglos han tejido pensadores, científicos, creadores, y tantos y tantos hombres y mujeres, muchos de los cuales han dado su vida por España.
Y es también un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales que compartimos y en unas reglas comunes de convivencia que nos hemos dado y que nos unen; un Estado que reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones; y que tiene en el respeto a la voluntad democrática de todos los españoles, expresada a través de la Ley, el fundamento de nuestra vida en libertad.
Por todo ello, tenemos –tengo- muchas razones para poder afirmar esta noche que ser y sentirse español, querer, admirar y respetar a España, es un sentimiento profundo, una emoción sincera, y es un orgullo muy legítimo.
Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar; y fortaleceremos nuestra cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar nuestro progreso político, cívico y moral; para impulsar nuestro proyecto común de convivencia. Porque ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles.
Tras las elecciones generales celebradas el pasado día 20, y como siempre después de cada renovación del Congreso de los Diputados y el Senado, se inicia el procedimiento establecido en nuestra Constitución para la gobernación de nuestro país.
En un régimen constitucional y democrático de Monarquía Parlamentaria como el nuestro, las Cortes Generales, como depositarias de la soberanía nacional, son las titulares del poder de decisión sobre las cuestiones que conciernen y afectan al conjunto de los españoles: son la sede donde, tras el debate y el diálogo entre las fuerzas políticas, se deben abordar y decidir los asuntos esenciales de la vida nacional.
La pluralidad política, expresada en las urnas, aporta sin duda sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes; y conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos.
España inicia una nueva legislatura que requiere todos los esfuerzos, todas las energías, todas las voluntades de nuestras instituciones democráticas, para asegurar y consolidar lo conseguido a lo largo de las últimas décadas y adecuar nuestro progreso político a la realidad de la sociedad española de hoy. Unas instituciones dinámicas que caminen siempre al mismo paso del pueblo español al que sirven y representan; y que sean sensibles con las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos para la vida pública.
La España actual es muy distinta de la España de los siglos que nos preceden gracias a una auténtica y generosa voluntad de entendimiento de todos los españoles, a un sincero espíritu de reconciliación y superación de nuestras diferencias históricas y a un compromiso de las fuerzas políticas y sociales con el servicio a todo un pueblo, a los intereses generales de la Nación, que deben estar siempre por encima de todo. Esta es la gran lección de nuestra historia más reciente que nunca debemos olvidar.
Como tampoco debemos olvidar que la ruptura de la Ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento. Ese es un error de nuestro pasado que no debemos volver a cometer.
Nuestro camino es ya, de manera irrenunciable, el del entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad. Por ello, respetar nuestro orden constitucional es defender la convivencia democrática aprobada por todo el pueblo español; es defender los derechos y libertades de todos los ciudadanos y es también defender nuestra diversidad cultural y territorial.
Por eso, esta noche quiero reiterar un mensaje de serenidad, de tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España; un mensaje de seguridad en la primacía y defensa de nuestra Constitución.
Y me gustaría también transmitir un mensaje de esperanza en que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones, y el respeto tanto a la realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de afectos e intereses entre todos los españoles, alimenten la vigencia de nuestro mejor espíritu constitucional.
Por otro lado, la mejora de la economía es una prioridad para todos. Creo que todas las instituciones tenemos un deber con los ciudadanos, las familias y especialmente los más jóvenes, para que puedan recuperar lo que nunca se debe perder: la tranquilidad y la estabilidad con las que afrontar el futuro y la ilusión por un proyecto de vida hacia el mañana. Todos deseamos un crecimiento económico sostenido. Un crecimiento que permita seguir creando empleo —y empleo digno—, que fortalezca los servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación, y que permita reducir las desigualdades, acentuadas por la dureza de la crisis económica.
Europa es, sin duda, otra de nuestras grandes realidades, pero también con grandes desafíos en su seno. Todos hemos sentido la indignación y el horror ante los atentados que han costado la vida a compatriotas nuestros, ante los terribles crímenes de París y de otros lugares del mundo, que son auténticos ataques a nuestro modelo de convivencia y a los más elementales valores humanos. Y todos nos hemos conmovido ante el drama de los refugiados que llegan a nuestras fronteras huyendo de la guerra, o el de los migrantes angustiados y acosados por la pobreza.
Ante estos desafíos, y otros muchos como el de la lucha contra el cambio climático, es necesario que la voz de España se haga oír en la Unión Europea y en las instituciones internacionales en todo aquello que afecta a nuestras convicciones y a nuestros intereses vitales. Porque el mundo de hoy exige naciones fuertes, responsables, unidas, solidarias y leales a sus compromisos con sus socios y aliados y con el conjunto de la comunidad internacional.
Finalmente, no quiero despedirme esta noche sin deciros, con total convicción, que a los españoles de hoy nos corresponde seguir escribiendo la historia de nuestro tiempo y que vamos a hacerlo como ya hemos demostrado que sabemos:
Contando con todos: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, nacidos aquí o venidos de fuera; empujando todos a la vez, sin que nadie se quede en el camino.
Debemos mirar hacia adelante, porque en el mundo de hoy nadie espera a quien solo mira hacia atrás. Debemos desterrar los enfrentamientos y los rencores; y sustituir el egoísmo por la generosidad, el pesimismo por la esperanza, el desamparo por la solidaridad.
Tengamos fe y creamos en nuestro país. España tiene una resistencia a la adversidad, una capacidad de superación y una fuerza interior mucho mayor de lo que a veces pensamos. La fortaleza de España está en nosotros mismos; está en nuestro coraje, en nuestro carácter y en nuestro talento. Está también, por qué no decirlo, en nuestra forma de vivir y de entender la vida.
Los españoles nunca nos hemos rendido ante las dificultades, que han sido grandes, y siempre las hemos vencido.
Y sabemos, además, que tenemos que seguir caminando con la voluntad de entendimiento y con el espíritu de unión a los que me refería al principio. Con diálogo y con compromiso, con sentido del deber y con responsabilidad; sintiendo y viviendo, cada día, cada uno de nosotros, ese compromiso ético que hace grande a un pueblo; uniendo nuestros corazones, porque hace décadas el pueblo español decidió, de una vez por todas y para siempre, darse la mano y no la espalda. Hagámoslo con toda la fuerza y la confianza de quienes estamos orgullosos —con razón— de lo que hemos conseguido juntos y, sobre todo, de lo que juntos vamos a conseguir.
Con esa emoción, con esa confianza en nuestro futuro —en ese futuro de España en el que creo— os deseo a todos una muy Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas y un próspero año 2016.



Riesgos de la nueva política

Que los resultados electorales del 20-D han supuesto un cambio de paradigma en la política española parece algo asumido y compartido por todos. Sin embargo, a mí me gustaría llamar la atención sobre dos circunstancias en torno a las cuales podrían estar pivotando tales cambios: el mecanismo de formación de Gobiernos y el papel del voto de los ciudadanos.
Hasta ahora, el partido más votado encabezaba siempre un Gobierno que, por otra parte, gozaba de una cierta estabilidad. Mayor, desde luego, cuando se disponía de mayoría absoluta parlamentaria pero no debemos menospreciar la capacidad de supervivencia que en España han tenido los Gobiernos de mayoría relativa, tanto de la UCD como del PSOE y el PP.
El primer cambio tiene que ver, por lo tanto, con la posibilidad de romper esta dinámica. O, cuanto menos, de transformarla drásticamente.
El hecho de que las mayorías de votos y/o escaños no se relacionen directamente con la constitución de un Gobierno, en realidad, es algo típico de los sistemas parlamentarios. Se convierte en presidente el candidato que más apoyos obtiene en sede parlamentaria, con relativa independencia de los resultados electorales. Lo que ha sucedido hasta ahora en España es que el sesgo bipartidista del sistema facilitaba el Gobierno del más votado.
La distancia entre los dos grandes partidos y el resto de fuerzas parlamentarias era, hasta hoy, lo suficientemente amplia como para que el centro-derecha o el centro-izquierda tradicionales, en función de los resultados obtenidos en las elecciones, formase un Gobierno monocolor. Como mucho, y en el menos favorable de los casos, se necesitaba que algún grupo parlamentario minoritario desempeñase el papel de partido bisagra.
Este esquema es el que ha saltado por los aires el pasado 20 de diciembre.
Con la pérdida de centralidad del PP y el PSOE y la fortaleza de Podemos y Ciudadanos entramos en un nuevo tiempo político en el que el escenario se abre a posibilidades antes de ciencia-ficción: Coalición de apoyos (o abstenciones) al Partido Popular que incluya a Ciudadanos y al PSOE; posibilidad de Gobierno socialista aún sin ser el partido más votado si aglutina una extensa coalición de izquierdas, repetición de elecciones… Esta inédita pluralidad de formas para llegar a un Gobierno nos introduce en la segunda cuestión que me gustaría tratar aquí: el papel del voto de los ciudadanos.
Con la ruptura de la competencia bipolar PP-PSOE se pasa ahora a una situación nueva en la que los Gobiernos dependen más de las negociaciones que de los votos. Los ciudadanos escogen a candidatos y partidos, unos obtienen, como es lógico, más apoyos que otros, pero lo que de verdad resulta decisivo para alcanzar el poder es la capacidad de pacto en el pleno de investidura.
De ahí que muchos analistas finalizado el escrutinio en la misma noche electoral expresasen, no sin cierto pesar, el hecho de que los españoles se han ido a la cama sin saber quién será el próximo presidente del Gobierno. Parece que habrá que acostumbrarse a ello. De hecho, se prevé que las negociaciones se prolonguen durante semanas con la siempre presente posibilidad de que, si los pactos no prosperan y se agota el plazo legal, se repitan las elecciones.
Los nuevos tiempos han alumbrado un sistema de partidos que ha sustituido el reduccionista pero efectivo turnismo PP-PSOE por una política más plural e incluyente, abierta y dinámica. Pero también más incierta, lenta y, tal vez, decepcionante.
A buen seguro muchos ciudadanos se sentirán molestos porque sus votos poco influyen en el reparto efectivo del poder. Por la constatación de que el cambio de modelo no ha sido tal y que al final la política vuelve a ser lo de siempre: una cuestión de elites que todo lo deciden sin contar con la ciudadanía.
Pero habrá también decepcionados con la dirección concreta de los pactos: votantes de tal o cual partido que mirarán con horror la actuación de aquellos en los que han depositado su confianza. O decepcionados, incluso, con la celebración de nuevas elecciones y la constatación del colapso, antes de nacer, de una nueva política que se consideraba mejor que aquella a la que sustituía.
El tiempo dirá si el nuevo sistema es capaz de cumplir con las expectativas o si estamos condenados a dar un paso atrás. Estos son los riesgos de la nueva política.


Antón R. Castromil

 El País, 29-12-2015

21 dic 2015

Spanish politics

Spain ushers in an era of coalition government FOR 33 years, two parties have taken turns to run Spain. No more. Elections on Sunday, December 20th, produced no outright winner. 

The conservative People’s Party (PP) won just 29% of the vote or 123 seats, down from 186 in 2011 and well short of the 176 needed to form a government. The Socialists (PSOE) claimed second place with 22%, down from 29% in 2011. 

Both lost ground to new parties.



 Upstarts Podemos, a leftish movement, claimed 21% of the vote while liberal Ciudadanos won 14%—less than expected. Both parties campaigned against corruption and cronyism. Their support has been fuelled by biting austerity and a stagnant economy, though the economy is now growing again and unemployment, while still high, has begun to fall. 


The coming days will be marked by horse-trading and negotiations as politicians try to secure a coalition. One possible outcome is an alliance between PP and Ciudadanos. Another is a left-wing union of the PSOE and Podemos. A government made up of parties that span the political spectrum is not off the table either. And separatist movements, which performed well in the Basque country and Catalonia, could also feature in a new government. Neither the PP and Ciudadanos nor PSOE and Podemos can form a majority coalition on their own.
 The key to forming a government may lie in the hands of smaller regional parties who will have demands of their own. What is certain is that traditional Spanish rule has been shaken up.





19 dic 2015

Spain’s general election

When Mariano Rajoy and his conservative People’s Party (PP) were elected in 2011, Spain had been knocked flat by the euro crisis and the bursting of a property bubble. Unemployment had more than doubled, to 20% (it peaked at 26% in early 2013), the economy was in a prolonged slump and most of the cajas (savings banks) were insolvent. Spain today is an altogether brighter place. 



The economy is still smaller than in 2008 but is set to grow by more than 3% in 2015—the best performance among large western European economies. Unemployment is falling steadily. Consumer and business confidence is robust. As Mr Rajoy proclaims: “Spain has passed from being a country on the brink of bankruptcy to a model of recovery that provides an example to…the European Union.”
Mr Rajoy hopes that this record will bring him victory at an election on December 20th (see article). He can claim some credit for the recovery. While other euro-zone countries dithered, his government acted boldly. It has sorted out the banks, halved the budget deficit and made Spain more competitive by reforming the labour and energy markets. He makes a good case for another four years. 
But many Spaniards want political renewal, too—and to that Mr Rajoy’s response is a shrug.

The slump exposed the accretion of corruption and cronyism in the PP and the opposition Socialists, which have largely run Spain since democracy replaced Franco’s dictatorship. Both had recourse to illicit financing; their gouging of the cajas and their spendthrift regional governments contributed to the national collapse. Hence the crisis has spawned new political forces. Podemos (“We can”) is a cry of anger. Its leader, Pablo Iglesias, a leftist political-science professor, now spends less time talking about class struggle and more praising the Nordic social model. But his enthusiasm for Greece’s disastrous experiment with his ideological soulmates, the Syriza party, bodes ill.

A more constructive response to the euro crisis lies in Ciudadanos (“Citizens”), a liberal party (in the British sense) in a country where liberalism has never been strong. Its leader, Albert Rivera, aged 36, is untested, but his advisers propose many policies that Spain needs. Ciudadanos would do more than the PP to deepen economic reforms, cut wasteful duplication in government and boost sluggish productivity. It wants a single labour contract in place of the cosseting of insiders that leaves many young people as temporary hires. Like Podemos, it wants to reverse the PP-Socialist carve-up of institutions that ought to be independent, including the judiciary, the diplomatic service and the universities. It opposes Catalan independence but, unlike the PP, recognises that Spain is a pluricultural country. And unlike Podemos, it wants to build on, rather than threaten, the achievements of the past 40 years.
Reform politics, as well as the economy
If The Economist had a vote, it would go to Ciudadanos. But the next government is likely to be a coalition, because opinion polls suggest that, although the PP will again be the largest party in the Cortes, it will fail to keep its majority. Since his party is in the centre, Mr Rivera may have the casting vote. He should resist the temptation to join Podemos in a centre-left government led by the Socialists under their lightweight leader, Pedro Sánchez. Such a government would be weak, and the Socialists have promised to undo the PP’s labour reforms. Rather, Ciudadanos should ally with Mr Rajoy—on condition that the next government adopts the anti-corruption agenda on which it has campaigned. 
Populism is on the rise in the EU.
If Spaniards eschew it and embrace reform, their country will indeed be an example to Europe.





15 dic 2015

El año en el que Arabia Saudí cambió el mundo

Desde la baja inflación, hasta el crecimiento en Europa o las quiebras en EEUU. Todo está afectado por la estrategia saudí.

Mucho ha cambiado la economía mundial en el último año y, por extraño que parezca, Arabia Saudí está detrás de la mayor parte de estas variaciones. Los países luchan ahora contra los problemas de la baja inflación, pero se benefician de los menores costes de producción y las importaciones de combustibles fósiles. La inversión en el sector energético ha caído con fuerza al tiempo que las quiebras de empresas estadounidenses del sector se han multiplicado. ¿Cómo puede ser culpa de Arabia Saudí?

Empecemos por el principio. Hace un año, los miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) celebraban su reunión semestral en la que se enfrentaban a un reto desconocido. La oferta de petróleo superaba por primera vez de forma amplia a la demanda mundial, lo que había empezado a desplomar los precios. La culpa de este exceso de producción era el desarrollo de la técnica del fracking (fractura hidráulica) en Estados Unidos. De pronto, el ritmo de extracción de petróleo del país estaba en niveles que no se habían visto en 45 años, lo que provocó que el precio del petróleo se hundiese un 30% en apenas 5 meses.
               
SÓLO NEGOCIOS
Era el momento de la OPEP. Retirarse para que los precios volvieran a subir, o pelear por el mercado con precios más bajos. Arabia Saudí decidió entonces imponer su postura en la Organización y decidió declarar la guerra de precios a su socio y rival estadounidense. No es nada personal, son sólo negocios. La Organización decidió mantener sin cambios su producción en 30 millones de barriles al día, lo que provocó uno de los mayores desplomes del petróleo en un día. La estrategia saudí era ahogar financieramente a los productores de EEUU, que tienen unos costes de extracción mayores que el resto de los países de la OPEP.
La batalla se prolongó durante un año en el que, por supuesto, se multiplicaron las quiebras de compañías relacionadas con la extracción de petróleo en EEUU. Y no sólo fueron petroleras, también ingenieras y empresas de productos y servicios auxiliares. “El sector de la energía sigue siendo el que tiene más problemas”, alerta la agencia de calificación Moody’s, “y ya supone un cuarto de los 79 impagos de empresas estadounidenses de este año”.
En este periodo, el precio del petróleo se ha desplomado un 45% hasta marcar su nivel más bajo en seis años. Este descenso ha permitido a las economías desarrolladas, especialmente de Europa, aliviar sus importaciones y sus costes de producción. En España, por ejemplo, el ahorro frente a los momentos en los que el crudo cotizaba más caro se sitúa en el entorno de los 24.000 millones de euros anuales de ahorro. En otras palabras, una aportación de más del 2% al PIB.
Mientras tanto, los países productores agonizaban. Venezuela, por ejemplo, no se ha cansado de pedir a sus socios de la OPEP que redujesen su producción, al menos para estabilizar los precios en el entorno de los 80 dólares. El país es uno de los que más están sufriendo por esta situación, ya que se ha quedado sin reservas internacionales y no tiene ninguna otra vía que el petróleo para conseguirlas. Por su parte, en Estados Unidos el número de pozos activos se ha reducido un 60% hasta a su nivel más bajo desde 1995.
“LA OPEP ES MÁS FUERTE QUE NUNCA”
Los miembros de la OPEP volvieron a reunirse el viernes para revisar su estrategia de producción. El encuentro se prolongó durante una hora más de lo que estaba previsto y los ministros de petróleo de los distintos países salieron visiblemente cansados. La discusión fue agotadora para todos ellos, pero al final se impuso la postura de Arabia Saudí. Una vez más.
Los representantes de la Organización se mostraron reacios a reconocer ante los medios que finalmente decidieron aumentar en 1,5 millones de barriles diarios su producción, hasta los 31,5 millones. La realidad es que la OPEP lleva muchos meses saltándose su propio techo. “Todos los países hacen lo que quieren”, indicó el ministro del petróleo de Irán, Bijan Namdar Zanganeh, “creo que habrá una decisión en el segundo trimestre de 2016”, que es cuando vuelven a reunirse. El cártel está fragmentado y cada uno hace la guerra por su cuenta. En otras palabras, que todos acaban por producir por encima de su cuota y así secundan la estrategia de Arabia Saudí de seguir presionando los precios.
El secretario general de la Organización, Abdalá bin Al Badri, quiso reivindicar la fuerza que tienen todavía los países exportadores: “La OPEP es ahora más fuerte que nunca se pueden ver los efectos en el mercado”. Esta fue su última declaración de que la guerra de precios continuará durante seis meses más. En efecto, el cártel había provocado un desplome del crudo del 4,5% en apenas cinco minutos.
El ministro de petróleo iraquí, Adel Abdel Mehdi, respaldó su postura: “Creo que nuestra estrategia es buena; así defendemos los intereses de los países y de la Organización”. Los miembros del cártel argumentaron que, aunque ellos redujesen su producción, el exceso de oferta seguiría, ya que son otros los países que están saturando el mercado. En otras palabras, que ellos no piensan retirarse de la contienda, que sean otros Estados de fuera del cartel, como Rusia o, principalmente, Estados Unidos, quienes recorten su volumen de extracción.
Por si fuera poco, Irán está a un paso de conseguir levantar las sanciones de Estados Unidos y Europa contra la importación de su petróleo por su programa nuclear. Las últimas investigaciones de la ONU en el país demuestran que no hay señales de su actividad nuclear, por lo que las sanciones empezarán a levantarse en enero. Será entonces cuando el país podrá unir su fuerza de producción a la de sus socios. En total, el país tiene capacidad para bombear en torno a 1 millón de barriles de crudo al día, algo más del 3% del total de la producción del cártel.
Sin duda son noticias que desde Europa se reciben con entusiasmo y recelo al mismo tiempo. Las familias y las empresas agradecerán el descenso de los costes energéticos, al tiempo que la balanza comercial del país sentirá un alivio mayor a medida que el precio del crudo siga cayendo. Sin embargo, la inflación recibe una estacada casi mortal, lo que vuelve a acercar el fantasma de la deflación a unas economías muy endeudadas. Así será como Arabia Saudí seguirá modelando el mundo.









El Españos

4 dic 2015

La OPEP sigue dividida.

El cartel petrolero seguirá bombeando 30 Mbd pese a la entrada de Irán en le mercado mundial.
El mercado mundial de petróleo seguirá inundado durante, al menos, los seis próximos meses. La última cumbre del año de la OPEP terminó este viernes sin acuerdo sobre el techo de producción de crudo de sus Estados miembros, que permanecerá en 30 millones de barriles diarios.
Lejos de reequilibrar oferta y demanda para hacer aumentar los precios, tal y como pretendían los productores menos eficientes del cartel, el ritmo de inyección de petróleo permanecerá estable hasta la próxima reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a mediados de 2016. Se impone, de momento, la postura del segundo productor mundial, Arabia Saudí, que ha defendido con uñas y dientes su cuota exportadora frente a la pujanza de Estados Unidos.
Ni el precio, en niveles históricamente bajos; ni la demanda, que no termina de despegar arrastrada por la débil recuperación occidental y las crecientes dificultades en los emergentes; ni las súplicas de los productores menos eficientes, que piden a gritos una reducción de la oferta para que el crudo vuelva a un nivel de cotización asumible. Arabia Saudí, apoyada por un inesperado aliado, Irán, no da su brazo a torcer. La OPEP desoyó este viernes las súplicas de los socios que abogan por una reducción sustancial de la oferta para presionar los precios al alza y no se movió ni un ápice de su hoja de ruta.
Así, el nivel de bombeo actual permanecerá inalterado en los primeros meses de 2016 pese al empacho global. La moderación en el mensaje de las autoridades saudíes, que en las últimas semanas se habían mostrado dispuestas a adoptar una solución que satisficiese a los descontentos, se queda, por tanto, en eso, un mero cambio de tono.
De la reunión celebrada este viernes en Viena, más larga de lo habitual y, a tenor de las declaraciones de sus participantes, mucho más tensa, se extraen varias conclusiones. La primera y más evidente es su fragmentación y acelerada pérdida de influencia. Con su desacuerdo, los 12 Estados miembros expusieron al resto del mundo su incapacidad para acordar una senda común, ya sea para aumentar o reducir la oferta. “Muchos sostienen desde hace tiempo que la OPEP está muerta; hoy, el propio organismo lo ha confirmado”, resumió Jamie Webster, especialista en energía de la consultora IHS, en declaraciones a Bloomberg.
En su seno conviven dos puntos de vista: de un lado, los países del Golfo, con Arabia Saudí a la cabeza, se niegan a rebajar su producción de crudo por el temor a perder posiciones en el mercado tras la irrupción de EE UU como indiscutible líder global gracias alfracking. Del otro, un ramillete de países —en el que destaca la presencia de Venezuela y Ecuador—, abogan por un recorte de la producción que presione al alza los precios y que observan con frustración su incapacidad para imponer sus tesis sobre su todopoderoso socio saudí. La decisión sobre un aumento o reducción del límite máximo de producción queda pospuesta hasta junio, cuando los socios volverán a sentarse a la mesa. Por el camino surgen dos incógnitas con nombre propio: Indonesia e Irán.

Vuelve Indonesia

Tras más de seis años de ausencia por decisión propia, el país sudasiático regresó este viernes a la OPEP, que deberá acomodar su producción anual —de casi dos millones de barriles diarios— en su techo de oferta total. La República Islámica, por su parte, apura los plazos para reintegrarse plenamente en el mercado mundial tras el levantamiento de las sanciones y elevará sus exportaciones en más de un millón de barriles en 2016. Persisten, además, las dudas sobre si el cartel cumplirá o no con el límite autoimpuesto. El mes pasado lo superó con creces, al bombear 31,4 millones de barriles al día.
La indecisión de la OPEP sobre el techo de producción augura un arranque de 2016 marcado por la sobreoferta y los precios bajo mínimos. En el último año y medio el barril de brent,el de referencia en Europa, ha perdido más de la mitad de su valor. Este viernes, tras conocerse la discordia en el seno del cartel, prolongó su caída y bajó de los 43 dólares por barril. El muro de los 40 dólares, inexpugnable desde principios de 2009 —en plena Gran Recesión—, aparece ahora en el horizonte como una mínima valla fácilmente superable. Incluso algunos, como el banco de inversión Goldman Sachs, ven los 20 dólares a tiro. Se cumplan o no estos pronósticos, como gran vencedora de la sacudida en el mapa petrolero emerge una Europa harta de estímulos monetarios y falta de estímulos fiscales, que tiene en la fractura interna en la OPEP un inesperado aliado para reencauzar su todavía maltrecha economía.